martes, 8 de noviembre de 2011

Lengua III (Lunes 7/11/11)

Practicamos el análisis sintáctico de distintas oraciones.

Analiza sintácticamente las siguientes:


  • Los oí en la habitación de al lado
  • Tropecé con el hombre del sombrero
  • El jardín fue diseñado por el famoso arquitecto
  • Los postes se quedaron doblados tras el vendaval.

Lee el siguiente texto que comentaremos en clase:

Filomeno, ni más ni menos, así como suena, con todo derecho, uno de esos nombres que no se pueden rechazar salvo si se renuncia a uno mismo: impepinable por la ley del bautismo y la del Registro Civil, también por la heren­cia, porque mi abuelo paterno se llamaba así, Filomeno; y mi padre se empeñó en perpetuar, es un decir, aquel re­cuerdo del pasado, respeto que tenía a la memoria de su progenitor, de quien había recibido, según él, todo lo bueno del mundo y hasta lo que le había acaecido, con absoluta injusticia en lo que a mi madre respecta, que no fue mal acontecimiento, el casarse con ella, aunque poco duradero: como que decidió marcharse de esta vida, quiero decir mi madre, cuando me trajo a ella. Hace de esto mucho tiempo, y la ciencia carecía entonces de los remedios de que ahora disponen las parturientas con fie­bres puerperales. ¡Ah, si yo hubiese nacido cuarenta años después, sólo cuarenta años! ¿Qué hubiera sido de mí? ¿Me vería en el trance de escribir estos recuerdos? Por su­puesto que no; pero, a cambio, me habrían mecido los ojos ignorados de mi madre, y no los de Belinha, tan lu­minosos; me hubieran cantado nanas en gallego y no ba­ladas portuguesas, viejas baladas salidas del fondo de los siglos. Los ojos de mi madre, al parecer, eran azules, como los de todos los Taboada, que yo heredé; gente de rai­gambre sueva, altos y rubicundos, con el pelo tirando a rojo y tendencia a las pecas. Pero los de mi abuela ma­terna eran de un verde profundo, y desde que nací me acostumbraron a obedecerla con mirarme nada más. ¿Le hubiera gustado a mi madre el nombre de Filomeno? Ima­gino que no. Me atrevo incluso a pensar que, de haber vivido, aunque fuera sólo un mes, después de mi naci­miento, se habría opuesto a que encima de su hijo, y para siempre, echaran semejante marbete, por mucho que el recuerdo de mi abuelo lo impusiese desde su oscura ul­tratumba.

Gonzalo Torrente Ballester, Filomeno a mi pesar.


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